martes, 13 de diciembre de 2011

Capitulo uno.

Había despertado. Abrí los ojos con lentitud. Largué un bostezo. Me senté sobre la cama y observé que algunas cajas seguían sin abrir. Hacían unos tres días que nos habíamos mudado. Me sorprendía la rapidez con que acomodé todo. Me levanté y agarré un buzo canguro azul que estaba colgado en el perchero. Me miré al espejo, y decidí recogerme el cabello con una coleta. Bajé las escaleras y mi madre, por primera vez en mucho tiempo, estaba preparando el desayuno. Me pareció raro, ya que nunca había hecho esto desde que... Supe que debía hacer un comentario al respecto.
—Mamá, ¿qué haces? —forcé una sonrisa.
—¿Qué crees que estoy haciendo? —me contestó de mala forma.
—Se que estas preparando el desayuno. Hace años que no lo preparas. Ni siquiera cuando estamos los tres los fines de semana.
—Molly, me criticas porque no hago nada, ahora me criticas por estar haciendo algo.
—No te estoy criticando, mamá. Ahora me dirás porque haces esto.
—Estamos en Santa Barbara, vinimos a empezar una nueva vida aquí, y yo me propuse a hacer las cosas bien.
—Bien.... Entiendo.
— Siéntate, los waffles están listos.
Y como ella me dijo, me senté. Ella se acercó a mi y me sirvió una gran cantidad de waffles. En cuestión de segundos, mi padre entró en la cocina. Se sorprendió al igual que yo, pero no reaccionó de la misma manera que yo. Así que esa mañana fue una de esas mañanas que no eran particulares en mi familia, pero desde ese día, como mi madre mencionó, comenzaron los cambios.
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Lo genial de vivir en un lugar así, como Santa Barbara, era tener la playa a una cuadra de mi casa. Así que podía ir cuando me plazca. Cuando empezó la tarde, yo me fui a la playa, a aprovechar el día soleado. No me importaba que estábamos en otoño, y tenga que ir algo abrigada. Me llevé un libro, me senté en el muelle. Aparté la vista de mi lectura, y vi que un chico de cabello oscuro y algo largo, nariz respingada y estaba concentrado con un cuaderno y un lápiz. El levantó su mirada y me miró con una sonrisa. Yo le sonreí también. Bajé mi mirada y seguí en lo mio. En cuestión de segundos, sentí que había alguien enfrente de mi.
—Vaya, que interesante libro que tienes ahí. —Una voz masculina hizo que inclinará mi cabeza hacía arriba para averiguar de quien se trataba. Era el chico que estaba sentado enfrente de mi.
—Así es. — Apreté los labios.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Sí, claro.
—¿Eres la chica nueva, verdad?
—Adivinaste —Asentí— ¿Cómo lo sabes?
—Pues, porque te has mudado junto a mi casa.
—Ah, ¿sí? Lo siento, no lo he notado.
—Ya veo. Por cierto, soy Dave Ferguson. —Estrechó su mano hacía a mi.
—Molly Smith. —Sacudí mi mano con la suya.
—Bienvenida Molly —Sonrió— ¿Puedo? —Señaló al lugar vacío junto a mí.
—Claro.
—¿De donde eres Molly? —Se sentó junto a mi.
—De Carson City, Nevada. ¿Tú siempre has vivido aquí?
—Así es.
Hablamos un par de estupideces, realmente me pareció un chico amable. Regresamos ambos a nuestras respectivas casas y arreglamos para salir a tomar un café.